Pequeños pasos, grandes acciones
A estas alturas de mi vida no entiendo la razón de ser de los sobrenombres, quizás piensen que estoy loca y a lo mejor es así, tal vez se digan que a quien le importa como se digan las personas entre sí pues a mi me parece importante.
Yo admito que les pongo sobrenombre a las personas sin malicia alguna, claro esta; creo que ya hasta soy una experta, algunos se me ocurren por las características físicas de la persona, otros por el momento que estoy viviendo o otros simplemente porque me parecen y punto.
Pero hasta ahora me pongo a analizar por qué hago esto y si esto no causará algún mal. Pensemos un poco si yo le digo a una persona “larguirucha” puede ser que le este hiriendo su autoestima, que solo esa persona sabe si esta bien o mal, o quizás le inculque, sin saberlo, una nueva cosa que odiar de si mismo.
Se que estoy siendo extremista, que los sobrenombres los usamos para diferenciar una persona de otra, a los que piensen eso les digo que tienen razón de igual manera estoy segura que también tengo la razón, y les explico por qué.
Vivimos en una sociedad donde cada día pedimos respeto, ya sea por nuestras libertades, por nuestros pensamientos, ideas u opiniones. Sin embargo, si ese respeto no viene desde lo más insignificante no puede llegar a un nivel superior. Mi mamá siempre me dice “debemos aprender a respetar para que los demás nos respeten”. Y hasta hora lo comprendo.
Espero que mis palabras no se las lleve el viento o mejor dicho no queden olvidadas en un rincón del internet: “debemos respetar con el fin de llevar a esta sociedad tan debilitada en cuestiones de valores a lograr muchas cosas que soñamos y que con pequeños pasos como el de respetarse mutuamente llegaran hasta esa paz que todos ansiamos”.
Texto: Ana Cecilia Rivas